martes, 24 de marzo de 2009

Y así empezó todo... (5ª Parte)

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-Lo siento, teniente -dijo la voz del intercomunicador mientras Jessa era conducida al interior del pequeño complejo de oficinas y apartamentos donde los hombres de Page habían situado su puesto de mando. Page estaba sentado tras la mesa de su despacho, repiqueteando suavemente en los nudillos con una tarjeta de información-. Sé lo mucho que quería atrapar a ese tipo -prosiguió la voz-, pero sencillamente no le puedo proporcionar una nave en este momento. Hay un moff o un almirante muy peleón desmontándonos el tinglado en el sector Bozhnee, y Ackbar no hace más que intercambiar fuerzas de un lugar a otro como un loco para tratar de embolsarlo en alguna parte. Sólo nos quedan tres días para acabar aquí antes de que tengamos que regresar a la nebulosa Minos, unirnos al grupo de Virgilio y meternos en el fregado.

-Lo entiendo todo, almirante -dijo Page, saludando la presencia de Jessa con un vistazo y un microscópico asentimiento de la cabeza-, pero no se trata de perseguir a un moff fugitivo cualquiera. Sanie ha logrado acceder a una nueva tecnología sumamente anormal.

-Sí, he oído los rumores - lo cortó ásperamente el almirante-. Y si quiere mi opinión, le diré que me parecen las típicas majaderías del Anillo Exterior. Cuando no deliberada desinformación imperial.

-No es desinformación, señor -dijo Page-. He visto esas armas en funcionamiento.

-Tal vez -gruñó el almirante-, o tal vez no. Mire, si usted se agencia una nave, tal vez sea posible prescindir de algunos de mis hombres para completar su tripulación. Eso es todo lo que puedo hacer. Ahora tengo que marcharme; manténgame informado.

-Sí señor. Page fuera.

Page desconectó el intercomunicador y dirigió su atención a Jessa. «Teniente Dajus», saludó con una inclinación de la cabeza. «¿Acabó ya su informe?».

-De momento sí-dijo Jessa- Me comunicaron que querrían hacerme unas preguntas más tarde.

-Vaya acostumbrándose - le aconsejó Page-. Está usted entre los pocos imperiales que no ha muerto ni huido a las colinas. Eso la convierte en una mercancía valiosa.

-Oh, hay montones de imperiales por aquí-le dijo Jessa-. Lo que sucede es que no lo confiesan.

-No les culpo -dijo Page echando un vistazo a través la ventana a las abarrotadas calles del exterior- Por lo que veo, la población está ansiosa por encontrarlos.

-Sarne no era precisamente querido por su público -admitió Jessa mientras estudiaba la oficina- De hecho me sorprende que aún no hayan metido fuego a este lugar. Era un secreto a voces que el Ubicuorato dirigía algunas de sus operaciones de orden interno desde este edificio.

-Por eso he montado aquí la tienda -dijo Page secamente-. Quería encontrar cualquier documento que pudieran haberse dejado antes de que los nativos pongan en marcha sus barras de ignición. ¿Sólo ha venido a charlar?

-Venía a preguntarle qué piensa hacer con Sarne -dijo Jessa-. Por su última conversación deduzco que no mucho.

-¿Tiene algún interés especial en el moff?

-Muy especial. -Jessa se subió la manga izquierda, dando un respingo por el dolor que persistía en su brazo-. Él también quiso charlar conmigo.

La expresión de Page no se alteró. «Interesantes quemaduras", comentó inclinándose para ver más de cerca.

-Prácticas de látigo incandescente –explicó sarcásticamente Jessa mientras volvía a bajarse la manga-. Y supongo que he tenido suerte de que no se le ocurriera entregarme a los verdaderos especialistas en interrogatorios.

-Supongo que sí -admitió Page lacónicamente. Si le sirve de algo, teniente, deseo encontrar a Sarne tanto como usted. El problema es que no tenemos ni idea de dónde empezar a buscar.

Jessa frunció los labios, preguntándose cuánto debería contarle a este hombre. Después de todo era un comando rebelde. Pero de momento era su principal esperanza para vengarse de Sarne. «Yo que usted empezaría por algo que llaman el Guardián Oscuro. De ahí sacó esos extraños módulos.

-¿El Guardián Oscuro es una persona o un sistema?

-Ni idea -dijo Jessa-. Todo el asunto era alto secreto; seguramente sólo un puñado de los principales ayudantes de Sarne conocían el nombre.

Page frunció una ceja. «Y sin embargo usted lo conoce».

Jessa se encogió de hombros intentando mantener una expresión despreocupada. «Los pilotos de transbordador oyen cosas al vuelo. En cualquier caso, ese es el nombre. Si quiere saber más, investigue en el ordenador».

-Me encantaría hacerlo -dijo Page amargamente-, si hubiera algo que investigar. Sarne fue lo bastante meticuloso como para turboborrarlo todo antes de marcharse…

Jessa frunció el ceño «¿Qué quiere decir con todo?-.

-Quiero decir todo -contestó Page-, Todas las actuaciones de su administración aquí; todos los archivos de personal y operaciones; todos los informes de las instalaciones y puestos civiles y militares. Ha llegado a borrar los datos de cien años de investigaciones sobre el sector Kathol. Ni siquiera sabemos los nombres de los sistema que hay ahí afuera, no digamos lo que contienen. Partimos de cero.

Jessa asintió. Debió haber adivinado que Sarne hallaría el modo de ejecutar la orden Omega antes de escapar. Borrando sus huellas, como el cobarde que era. «Y por eso usted necesita una nave nodriza: va a ser una persecución prolongada, nada de llegar y golpear».

-Lo ha entendido -confirmó Page- El sargento Lofryyhn nos dijo que Sarne le había tenido trabajando en una corbeta de clase Corelia que estaba modificando en secreto. Pero siempre lo llevaban hasta ella en un transbordador cerrado, y no tiene idea de dónde puede estar.

Jessa apretó los dientes. Se estaba arriesgando mucho al permitir que Page supiera cuan involucrada estaba en las operaciones imperiales en el lugar. Pero no tenía elección. No. si deseaba volver a vérselas con Sarne. «Está en el Valle de Sorbiss. Le puedo decir dónde»-.

-Seguro. -Si Page estaba sorprendido, no lo demostraba- Ustedes los pilotos de transbordador realmente oyen cosas al vuelo, ¿no es cierto? Muy bien, veamos si sigue allí.

Abandonaron el edificio y se dirigieron a la abarrotada calle mientras Page preparaba el viaje a través de su comunicador y sin dejar de andar. Peatones y vehículos se arremolinaban alrededor de ellos, desafiando la tradicional advertencia según la cual los civiles han de ocultarse en sus casas en los días que siguen a una gran batalla. Obviamente, la población daba la bienvenida con los brazos abiertos a los invasores rebeldes.

-El transbordador nos recogerá allí -elijo Page señalando hacia una de las primitivas manzanas construidas por los primeros colonos. Dio un paso en esa dirección...

De repente una figura encapuchada con túnica gris y capa negra se interpuso en su camino.

«Tengo algo que decirle, teniente Page, ¿puedo?»

Page ni siquiera se inmutó, pero en ese mismo segundo ya tenía su pequeño bláster en la mano. «¿Sí?»

- Me llamo Loh'khar. -La figura se quitó la capucha para descubrir los brillantes ojos, la piel pálida y el tentáculo que rodea la cabeza de un twi'lek- Loh'khar el Descubridor. Soy un comerciante independiente cuyo medio de transporte quedó desgraciadamente destruido en las, digamos, ruidosas acciones de anoche.

Algo se restregó contra la pierna de Jessa. Sobresaltada, miró abajo y vio un par de alienígenas que le llegaban a la cintura; tenían escamas rojas y estaban olfateándola. Inconscientemente dio un paso atrás y tropezó con un viandante que pasaba detrás suyo. «Perdone», murmuró ella, agarrándose al hombro del paseante para evitar que ambos cayeran, y dándose la vuelta. Era un tipo bajito, encapuchado y con túnica gris, que apartó su rostro de ella. Al parecer las capuchas se habían puesto de moda allí. En cuanto consiguió recuperar el equilibrio gruñó algo ininteligible como respuesta y se largó. Pero como la mano de Jessa seguía en su hombro, al moverse se deslizó hacia atrás la túnica.

-Alto ahí -dijo ella dando dos pasos rápidos y agarrándolo del brazo. Sus dedos tantearon y confirmaron que llevaba una sobaquera con un arma. Haciéndolo girar en redondo, le levantó la capucha de golpe con ambas manos.

Y se encontró con los ojos facetados y la trompa verde de un rodiano que le devolvía la mirada. «Vaya, vaya», dijo ella sombríamente empujándolo con determinación entre la corriente del tráfico hasta una pared adecuada. «¿Pero no es Gorak Khzam, vara aturdidora oculta y todo? No creo que los nuevos dueños aprueben que los civiles vayan armados por la calle».

Khzam siseó un bufido de disgusto. (¿Y quién se lo va a contar?), refunfuñó en rodiano. (¿Tú, Jessa Dajus, ni más ni menos que una oficial del Imperio?).

-Ex oficial del Imperio - le corrigió Jessa, manteniendo el brazo del alienígena firmemente apretado contra el arma oculta. Las varas aturdidoras no eran más que armas antipersonales de corto alcance, pero dentro de ese corto alcance podían ser muy desagradables-. Me he licenciado.

El rodiano volvió a sisear (¿Y pretendes congraciarte con la Nueva República entregándome a ellos?)

-Lo consideraría una contribución al esfuerzo común por embellecer la galaxia -se burló Jessa-. Por no mencionar la ocasión de volver a poner en orden mis finanzas. A ver, ¿qué recompensa darán por ti? ¿quizás diez mil, en este momento?

Los ojos de Khzam pasearon sobre la corriente de viandantes que se arremolinaban a su alrededor.

(Interesante eso de tu licencia), dijo calmadamente. (No es normal que el moff Sarne deje a una persona de tu importancia abandonar el servicio y permanecer con vida).

Un nudo helado se formó en el estómago de Jessa. ¿Acaso sabía el rodiano quién era ella? «Estimas demasiado la importancia de un piloto de transbordador».



Las orejas de Khzam se cerraron. (Vamos, coronel Dajus. Aquí esos juegos están de más. ¿O tal vez debería llamar a ese teniente Page?). Lentamente, Jessa dejó que su mano soltara el brazo de Khzam. Lo sabía, cierto. «Supongo que no hace falta molestarlo».

(Por supuesto que no), le tranquilizó el alienígena volviendo a cerrar las orejas. (Y descansa tranquila, coronel, tu secreto está a salvo conmigo. Como lo está el mío contigo, ¿verdad?).

Jessa hizo una mueca. Dejar suelto por ahí a un tipo como Gorak Khzam... Pero no podía hacer otra cosa.

«Largo de aquí», refunfuñó ella. «Vete».

Sin más palabras, se deslizó junto a ella y desapareció entre la multitud. Jessa dio media vuelta y descubrió que Page había terminado su conversación con el twi'lek. «¿Amigo suyo?», dijo señalando con la cabeza en la dirección hacia donde había ido Khzam.

-No exactamente. -Jessa hizo un gesto hacia el twi'lek que se alejaba-. Déjeme pensar. Se le ha estropeado la nave y quiere que se la reparen.

-Más o menos -dijo Page- Parece que le ha contrariado bastante el que no le vayamos a pagar.

-Vaya acostumbrándose - le aconsejó Jessa-. Empezarán a salir de debajo de las piedras.

-Ya han empezado -dijo Page-. Vamos; el transbordador debe de estar esperando.

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