martes, 24 de marzo de 2009

Y así empezó todo... (4ª Parte)

(Empieza por el principio: Ir al índice)

Qué extraño, pensó Page, qué interesantes son la pared y el suelo de este túnel.

De hecho son absolutamente fascinantes. Y el ángulo donde se unen la pared y el suelo: definitivamente cautivador.

Pero se supone que tenía que hacer algo, ¿no es así? ¿Tal vez algo relacionado con aquella pared y aquel suelo? ¿0 quizás tenía que ver con el murmullo que venía de atrás?

¿El murmullo que venía de atrás?

Con un esfuerzo, Page levantó la cabeza y la giró, lamentando al hacerlo la desaparición de la pared y el suelo de su ángulo de visión. Pero allí también había suelo, y pared, y el sargento Ciro impulsándose lentamente sobre el suelo.

Aquello era extraordinariamente interesante, incluso más interesante que el suelo y la pared en sí. Durante un largo rato Page observó los movimientos de Ciro, admirando la coloración y las cambiantes formas de las arrugas de su mono, y comprobando cómo la luz se reflejaba en los ángulos del bláster que empuñaba.

Algo captó su atención. Bajó la vista hacia el suelo y para su sorpresa y asombro descubrió que él también empuñaba un bláster. Descansaba sobre su mano, pero yacía en su mayor parte sobre el suelo, y apuntaba hacia otro lado: pudo ver su dedo índice enroscado en el gatillo. Movió el dedo y contempló fascinado cómo se deslizaba por la guarda del gatillo. Lo deslizó un poco más, y con un dramático restallido, del cañón del bláster surgió un relámpago de luz.

Y de repente todo se desmoronó como el sueño destruido por una alarma antiaérea.

- ¡A cubierto! -gritó poniéndose de golpe en cuclillas y espalda contra la pared. Miró en ambas direcciones del túnel, convencido de que en cualquier momento cinco escuadras de soldados de asalto se abalanzarían sobre él.

Pero allí no había nadie. No había tropas de asalto que aprovecharan aquello que, por todos los demonios, el moff Sanie les acababa de hacer. Y a propósito, tampoco estaba el moff Sarne, ni el contingente de guardias al que habían estado disparando.

-¿Qué ha pasado? -bufó Vandro. Estaba de rodillas, pegado a la otra pared, intentando apuntar su A280 en todas direcciones a la vez-. Parece un gas aturdidor.

-Pues le aseguro que no se comporta igual -dijo Page examinando su crono. Al menos podía explicar por qué todavía no habían aparecido refuerzos imperiales: lo que le habían parecido horas de estupor e indefensión, en realidad habían sido menos de dos minutos- Luego lo averiguaremos.

De momento sólo nos lleva una ventaja de dos minutos. En marcha.

Corrieron por el túnel, aunque esta vez con más precauciones. A Page nunca lo habían acusado de exceso de precaución, pero había algo en aquella experiencia que seguía transmitiéndole escalofríos de alarma por toda la espalda.

Quizás aquellos rumores procedentes de Kathol sobre una tecnología nueva y exótica no fueran tan descabellados como él creía.

Llegaron a los puestos de tirador desde donde les habían disparado los hombres de Sarne: otra sección de túnel quemada como aquella por la que el equipo había entrado en el complejo. Ningún holograma ni espejismo protegía a ésta de la curiosidad, pero Page siguió corriendo, preguntándose cuál sería la siguiente sorpresa que Sarne les tendría preparada. El túnel volvió a girar y se preparó levantando un poco el bláster.

Y de repente allí estaban. A menos de diez metros, el túnel se abría a un hangar excavado en una de las colinas que rodeaban el centro gubernamental. El crucero ligero de clase Carraca que aparecía en el plano aún estaba allí, con el casco centelleante de reflejos de luz.

Page dio otro paso antes de que el túnel a su alrededor explotase en un diluvio de fuego de bláster.

Su propio bláster devolvió el fuego antes de que pudiese localizar conscientemente a sus atacantes: una pareja de soldados imperiales de pie a ambos lados de la boca del túnel. Junto a él, Ciro sumaba fuego por su cuenta, y detrás Page pudo oír el chasquido con el que Vandro armaba el lanzagranadas montado bajo el cañón de su rifle bláster.

Alguien gritó: «cuidado», y él y Ciro se echaron cuerpo a tierra mientras la granada de Vandro volaba sobre sus cabezas y Syla se encargaba de cubrirlos sin perder un segundo. Page cerró fuertemente los ojos.

Vio la explosión incluso a través de los párpados cerrados, y sintió la onda expansiva incluso más estruendosa de lo normal en los estrechos confines del túnel. El ruido aún resonaba en sus oídos cuando Page logró incorporarse y echar una carrera a través del humo en busca nuevas señales de oposición. Pero mientras él y los demás atravesaban corriendo los últimos metros del túnel no aparecieron más soldados que ocupasen el puesto de los compañeros caídos. No se veía nada.

Ni siquiera el crucero Carraca.

Salieron del túnel a la caverna. O más bien, a la larga garganta artificial que había sido una caverna hacía sólo treinta segundos. El techo había desaparecido, volado, para dejar salir a la Carraca. De hecho el mismo crucero era aún visible mientras su casco se elevaba rápidamente, centelleando con el reflejo de las estrellas y el fuego de turboláser de la batalla orbital desatada allá arriba.



Junto a Page, el A280 de Vandro escupió una andanada de despedida. "Olvídelo», le aconsejó Page. «Ya está fuera de alcance».

Vandro bajó el arma maldiciendo con la respiración entrecortada. «Hemos estado así de cerca, teniente, así de cerca».

-Volveremos a estarlo-dijo Page reprimiendo sus propios sentimientos y dando la espalda al crucero. Sanie había huido; pero aún podían hacer el trabajo para el que habían sido enviados. Quizás- ¿Ciro?

-Lo encontré, señor -gritó Ciro desde un panel de control situado en un refugio cubierto junto a la entrada del túnel. Él y Syla habían levantado la tapa del panel y estaban mirando dentro-. Ha programado la pantalla para que baje, cierto.

-¿Por cuánto tiempo? -preguntó Page mientras indicaba a Vandro que se mantuviese en guardia a la entrada del túnel y se unía a los otros dos en el panel.

-No mucho. -Ciro había sacado un perforador láser de su estuche de herramientas y ahora lo introducía delicadamente entre una maraña de cables-. Quizás un par de segundos. Evidentemente han programado esto con mucho tiento.

El truco viene ahora...

De repente sonó un chasquido. «Ahí está» dijo Syla mirando los indicadores de la tapa del panel. «La pantalla está bajada».

-Lo sé -gruño Ciro- Allá voy...

El perforador alumbró una vez, luego otras dos en rápida sucesión. Page escuchaba los segundos con los latidos de su corazón. Uno, dos...

Tres, cuatro, cinco. «¿Debería de haber otro chasquido?"

-Debería -reconoció Ciro con una amplia sonrisa-, pero no lo habrá. He congelado todo el circuito. Con la pantalla en la posición de bajada.

-Buen trabajo -dijo Page asintiendo con la cabeza a Syla-. Muy bien, Tors: dele un silbido al almirante y le dice que la puerta de delante está abierta.

-Sí, señor -dijo Syla sacando su comunicador-. El Comando Page ha vuelto a conseguirlo.

Page miró al cielo cuajado de estrellas. «No del todo», murmuró, «Aún no del todo».

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